Uruguay: la ganadería vuelve a tener un otoño plagado de incertidumbres
La baja en el precio del ganado gordo persiste semana a semana y abarca por primera vez en más de un año a los ovinos, sembrando dudas sobre las buenas perspectivas que había sobre el sector ganadero
El comienzo de 2015 era con buenas expectativas para el sector ganadero. Los precios permanecían relativamente estables, la exportación colocaba la carne uruguaya a US$ 4.000 por tonelada, el precio estabilizado desde 2011, las lluvias caían con regularidad semanal y se cruzaba enero, tal vez el mes más difícil, con la perspectiva de que “la vaca les gana”. Le ganaría a la crisis europea, a los problemas de Brasil y podría ir en socorro de una agricultura sacudida por las bajas del mercado de Chicago.
A las puertas del otoño, desde una mirada superficial todo parecería seguir indicando una situación de estabilidad. En lo que va del año el precio de exportación de carne vacuna es de US$ 4.005 por tonelada, frente a US$ 3.922 del mismo período de 2014. En carne ovina el precio promedio por tonelada del primer bimestre del año es de US$ 4.609 mientras que en 2014 era de 3.974.
Ha subido el precio promedio y ha subido el volumen faenado en carne vacuna. Un ascenso de 10% que se supone que permite que la industria haga un mejor uso de su capacidad instalada y diluya mejor sus costos fijos.
La facturación de la industria frigorífica en lo que va de 2015 es mayor que la de 2014. Según las estadísticas de INAC, la facturación por exportación de carne aumentó en los dos primeros meses del año 34%, con un incremento de 10% en la cantidad de ganado faenado. Con un mercado interno que se mantiene firme para el consumo de carne vacuna, la ganadería tiene todo para insertarse en los sistemas agrícolas y aportarles la estabilidad que estos perdieron con la caída del precio de la soja.
Por eso cuando se observa la trayectoria de precios del ganado gordo no puede evitarse una sensación de contradicción. El ganado gordo se paga menos en dólares semana tras semana. Lleva cuatro semanas consecutivas bajando de a dos centavos y la referencia de los consignatarios de ganado para la semana pasada, de US$ 3,26 por kilo de carcasa de novillo, es el precio más bajo desde julio. Pero mientras el novillo bajó 5%, la vaca ha caído 10%.
El descenso abarca a los ovinos que llevaban dos años de suba continua. La baja en el precio del cordero se da en un momento de muy poca oferta, lo que hace más significativa la situación. ¿Qué pasaría si ante una sequía los productores tuvieran que salir a vender forzados por un deterioro en la situación forrajera?
La industria puede esgrimir muchos argumentos para explicar la baja de los precios. Una oferta de vacas mayor a la que puede absorber el mercado, por ejemplo. Lo cierto es que es repite una situación que ya se vivió en el otoño de 2014. Sin que se perciban cambios significativos en los precios de exportación y del mercado interno, el precio de las haciendas cae en forma persistente. En parte porque el otoño es el momento del año en el que sale una cantidad importante de ganado de campo natural.
¿La historia vuelve a repetirse?
En 2014 el precio mínimo se alcanzó en abril, cuando el novillo se pagó a US$ 3,24 y la vaca a US$ 2,75. En ese entonces se consideró injustificada la baja y, con el repunte de los precios en el segundo semestre del año pasado, se supuso que había sido un hecho aislado. Es el segundo año consecutivo de ajuste de precios muy marcado.
Por ahora la baja del ganado gordo no se ha trasladado al precio de reposición. En la medida en que los compradores de ganado en pie mantengan la posibilidad de adquirir terneros por negocios que se van concretando en Medio Oriente, la firmeza del precio principal de la cría parece asegurado.
Pero de esa forma se le estrecha el margen a los invernadores que quedan prisioneros de un precio manejando frente a dos que no son manejables. Mientras la industria vende los cortes de carne, tanto en el mercado externo como interno, al precio que dicta un mercado abierto con decenas de potenciales compradores –y los criadores tienen un precio sostenido por los barcos que cargan el ganado en pie–, el invernador debe competir con la exportación en pie para hacerse de materia prima y vende a los frigoríficos a un precio persistentemente presionado a la baja.
La oferta de vacas previsiblemente va en alza, en lo que va de este año se han faenado 16% más vacas que en igual período de dos meses en que se compara. Un aumento más modesto ha sido el de la faena de novillos, cuya faena ha aumentado 7%. Pero EEUU y China bien podrían absorber esa oferta adicional.
Pero en cualquier caso, como un año atrás, el precio de la vaca es el que más se ve impactado porque hay un stock envejecido que genera muchas vacas de invernada que a esta altura del verano y con campos verdes y latos todavía.
La industria sabe que la oferta de ganado para faena está condenada a subir desde que ha habido una situación forrajera que ya casi asegura una nueva producción abundante de terneros para la próxima zafra, lo que les estaría asegurando una buena parición en primavera. Luego vendrán las preocupaciones por la disponibilidad de alimentos para esos animales.
Justamente en un año en el que la agricultura presenta márgenes previstos muy menguados, la flexibilidad para cambiar de un sistema es una gran ventaja respecto a otras agriculturas. Pero en Uruguay el ajuste ganadero aumenta las dudas de muchos. La industria seguramente está tomando precauciones sobre cómo manejar la depreciación de la moneda en países clave. La devaluación en Brasil, Europa y la menos mediática pero persistente en Australia motivan a los industriales a bajar costos. Y la baja en el precio de la materia prima es la principal.
Así las cosas los productores vuelven a quedar entre la espada y la pared. Principalmente los invernadores. En la medida en que la exportación de ganado en pie se mantiene fluida y con demanda en los remates, el precio de los terneros y los novillos de 1 a 2 años se ha mantenido. De modo que al invernador no le bajaron los costos.
El precio del ternero cayó por debajo de los US$ 2 por kilo en el otoño pasado, cuando Turquía no estaba comprando. Pero en lo que va de este año se ha mantenido firme en torno a los US$ 2,10.
De modo que los que hacen el negocio del engorde deben enfrentar un mercado competitivo a la hora de comprar, pero con poca competencia a la hora de vender.
Un puzle complejo que el anterior presidente del Instituto Nacional de Carnes (INAC), Luis Fratti, seguramente hubiera enfrentado conversando con Mujica y saliendo a la prensa a cuestionar el funcionamiento del sector cárnico y reclamando una lógica de mediano y largo plazo. Para el nuevo presidente de INAC, Federico Stanham, será empezar el mandato con un gato arriba de la mesa.
Para los productores que ven en la introducción de la ganadería un camino para amortiguar la baja de los márgenes agrícolas, por ahora la situación significa abrir un manto de dudas. Dudas sobre los márgenes y sobre las posibilidades de crecimiento de un sector donde la estabilidad de los precios de exportación y mercado interno en la carne no se traducen en estabilidad hacia los demás eslabones.
En el medio de la presión, el asterisco 02
Mientras en algunas zonas del centro del país se esperan las lluvias con inquietud porque no hay peor situación en el mercado que vender obligado por el deterioro de las pasturas, otro inconveniente se ha sumado al complejo comienzo de año ganadero. Los controles electrónicos de los embarques de ganado a faena, un paso más en la trazabilidad, no han empezado con buen pie y muchos animales son rechazados en forma imprevista, lo que en algunos casos les inhabilita para ser vendidos a empresas exportadoras de carne.
Se genera así un grupo de animales que debe ser volcado obligatoria y exclusivamente al mercado interno donde en consecuencia reciben un precio mucho más bajo. La faena de la semana pasada ya bajó como consecuencia de que muchos productores prefieren no embarcar a la espera de que los problemas y las dudas se disipen. Dolores de crecimiento seguramente en el proceso de mejora continua que debe tener la trazabilidad del ganado, pero que llega en un momento muy inoportuno.
El inconveniente parece ser parte de lo que explica una baja en la faena de vacunos de la semana pasada y amenaza con retrasar la salida de ganado en vísperas de la época del año en la que el mercado queda más cerca de saturarse.
FUENTE: El Observador