Retenciones diferenciales para la carne y soluciones mágicas
El profesor Ernesto Schargrodsky publicó en LA NACION una propuesta para establecer derechos de exportación diferenciales para las carnes vacunas, mayores para los cortes baratos y menores para los demás, enmarcada en el combate contra el hambre.
Si se quiere, es una propuesta innovadora, en el contexto de una herramienta reiteradamente usada en el país y que nunca aportó soluciones verdaderas en el largo plazo. No obstante, la industria frigorífica lo había propuesto en la década pasada, como mal menor frente al esquema prevaleciente, sin éxito.
La propuesta, a fines de esta segunda década, es inconveniente por varias y poderosas razones:
La población en riesgo representa a la tercera parte del total; no se puede justificar que se subsidie la carne vacuna, aunque se trate de los cortes baratos, para el 100% de los habitantes.
No hay motivos para poner en cabeza de un sector que representa menos del 5% del PBI la solución de un problema que debe ser asumido por toda la sociedad.
El mercado mundial no es el de las décadas anteriores; los cortes caros ya no representan una parte sustancial del ingreso de exportaciones.
Afecta una de las premisas que Shargrodsky quería preservar, reducir la rentabilidad y los incentivos a la inversión del sector. Cualquier contribución extraordinaria y diferencial lo hace.
En la lucha contra el hambre, se elige a uno de los alimentos más caros, en precio y en costo, aquí y en el resto del mundo, lo que suena contraintuitivo. En este siglo, ningún otro país aplicó derechos exportación, salvo contadísimas excepciones.
El alabado sistema uruguayo para la carne vacuna, que también aliento, no contempla el uso de los impuestos a la exportación.
Otras soluciones
Se puede enfrentar la problemática del hambre con herramientas más sensatas y más justas. En una rápida enumeración:
Debe ser financiado por el Estado, como corresponde a todo problema general, y otros contribuyentes voluntarios.
La tarjeta alimentaria, anunciada por las próximas autoridades, puede ser un aliado muy importante en la implementación del subsidio necesario.
Hay que empezar con alimentos más baratos, atendiendo a sus propiedades.
Si se decidiese incluir a la carne vacuna, en lugar de limitar exportaciones, habría que pensar en importarla desde orígenes más económicos. En las últimas semanas, en Brasil se encareció notablemente el producto, pero la India, segundo exportador mundial, vende carne a la mitad de precio que el valor FOB argentino.
Al fin y al cabo, no se trata de cantidades inmanejables. Estimando una población en riesgo de 15 millones de personas y pensando en un consumo de 20 kg/hab/año, mayor al existente en el resto del mundo, se requerirían 300 mil t equivalente con hueso, sólo una sexta parte de lo que exporta corrientemente ese país.
Así, se aprovechará plenamente el actual apetito chino por la carne vacuna, que no va a ser eterno sino que se puede atenuar considerablemente en el mediano plazo.
Las exportaciones constituyen una formidable manera de apropiarse de riqueza del resto del mundo. Sólo la carne vacuna generará este año más de US$3500 millones.
Facilitar las inversiones en el campo y en la industria, para aumentar la producción y la exportación de todas las carnes, lo que implica una larga lista de tareas.
Si el Estado requiriese de más fondos para financiar este programa de aseguramiento para la población en riesgo, en lugar de apelar al fácil expediente de las retenciones, debería salir a cobrar todo lo que el sector evade de IVA y otros impuestos, que todavía es mucho. Se ha avanzado mucho en la identificación de los operadores, sólo resta aplicar más inteligencia fiscal. Además, esto servirá para hacer más eficiente a toda la cadena.
La Argentina es el único país del mundo que, en los últimos 80 años, ha retrocedido sistemáticamente en los indicadores económicos y sociales, frente a cualquier otro país o grupos de ellos. Como no creo que exista una conspiración internacional, llego a la conclusión de que hemos hecho muy mal muchas cosas.
No repitamos, entonces, el uso de medidas que han demostrado con creces su inconveniencia de largo plazo.
FUENTE: Miguel Gorelik - La Nación