Nuevas oportunidades para la carne uruguaya en el mundo
En números redondos, el mundo produce 60 millones de toneladas al año y, de estas, casi 10 millones constituyen el comercio entre los países
Se dice que un evento constituye un cisne negro cuando provoca un gran impacto y ocurre sin que se lo espere o prediga. Internet, la PC, la primera guerra mundial o el derribo de las torres gemelas son ejemplos de la llegada de la oscura ave.
Por su condición de inesperado, el análisis del fenómeno es siempre retrospectivo como si pudiera haber sido esperado y muchas veces se descubre que los datos estaban por allí y nadie había reparado en ellos.
En el mercado de la carne vacuna se aprontan ciertas tensiones que, de concretarse, pueden completar un paquete de eventos que como tal impliquen uno de estos cisnes. No se trata de predecir sucesos ya que tal cosa no pertenece a la emergencia de un cisne negro, pero sí transmitir la sensación de estar en medio de un proceso que lo complete.
En números redondos, el mundo produce 60 millones de toneladas al año y, de estas, casi 10 millones constituyen el comercio entre los países. Hasta ahora el ranking de exportadores, con pequeñas variaciones es, India, Brasil, Australia y Estados Unidos, y del otro lado el orden de magnitud de compradores está comprendido por Estados Unidos, China, Japón y Rusia.
Del lado de la demanda por carne, la americana es una demanda cautiva en la medida que sus importaciones de carne magra son imprescindibles para mezclar con sus mares de grasa.
Japón está a punto de abrirnos sus puertas siendo un jugador muy singular para valorizar cortes que hoy valen muy poco; Rusia continúa bloqueado por la Unión Europea y amenaza con volver a ser el gran comprador de hace una década. Finalmente China será en el 2020 el mayor importador del mundo superando el millón de toneladas.
En cuanto a la exportación, con excepción de Australia, los principales países presentan amenazas y es allí donde se debería prestar la mayor atención.
Brasil se debate en medio de una crisis política general que curiosamente tiene a la industria de la carne en el centro del problema. De una manera suicida las batallas internas entre las partes en disputa no han reparado en la destrucción de una de sus mayores industrias con tal de dañar al enemigo.
En la India, su primer ministro Narendra Modi, ha hecho valer la tradición de su partido mayoritario de prohibir la faena y consumo de carne vacuna. La flexibilización de esta restricción religiosa había convertido a este país en el primer exportador del mundo en muy pocos años y de hecho centenas de miles de personas viven de la industria de la carne y el cuero. El fanatismo ha rebrotado de tal manera que en la pacífica tierra de Gandhi, hace apenas unos días, un joven de 16 años fue linchado por la sospecha de poseer carne vacuna.
Finalmente, los productores ganaderos de Estados Unidos, que fueron el centro del apoyo electoral a Donald Trump, hoy se ven amenazados por las pérdidas de tratados comerciales con los países del Pacífico y con sus vecinos del Nafta. En estos acuerdos se canalizaban miles de millones de dólares en carne de exportación y se sienten el pato de la boda de los portazos de su presidente. Su irritación llegó a su punto máximo cuando el proyecto de presupuesto de la Casa Blanca eliminó los subsidios a las primas de seguro climático y de mercado que blindaban los riesgos de estos productores tan susceptibles a los mimos del Estado.
Como se ve, estos países tienen estímulos serios para disminuir su producción y cuando hablamos de este podio estamos agrupando la mitad del comercio mundial.
La carne vacuna ya tiene un futuro de mediano plazo muy sólido por el simple hecho de producir siempre lo mismo para una población creciente en número y con un ingreso 5% mayor cada año.
El tropiezo productivo de cualquiera de estos países puede hacernos vivir, aunque solo dure unos años, un nuevo viento de cola. Ojalá, para entonces, hayamos aprendido qué hacer, en tiempos de vacas gordas.
FUENTE: Pablo Carrasco - El Observador