La industria paga menos y perjudica a la producción
El precio de la hacienda para exportación, sobre todo del novillo no está siendo reconocido como debe ser por los frigoríficos que hacen los envíos al exterior. Por eso los primeros eslabones de la cadena ganadera reclaman desde hace rato que se achique esa brecha injusta.
La incertidumbre se adueñó de la economía argentina y también del mercado ganadero. Las ofertas se redujeron notoriamente ante el complicado panorama cambiario y financiero, pero en realidad los cambios comenzaron antes, tras la devaluación posterior a las PASO, que dejó al dólar en torno a los $60.
Por entonces hubo cierta recuperación de las cotizaciones y rápidamente, algo raro en el sector, la invernada y el gordo copiaron parte de la devaluación. Pero fue un espejismo, luego todo tendió a la baja.
Nadie lo dice en voz alta, salvo algunos consignatarios que acusaron a la industria de operar para que el precio bajara: “Vimos a muchos con los brazos caídos, sin levantar la mano”, dijeron consignatarios del Mercado de Liniers. Las crisis traen estas cosas y a río revuelto, ganancia de pescadores.
Todo comenzó después de la reunión del presidente Macri con la Mesa de las Carnes, en la cual se habría pedido al sector que evitara en lo posible que la devaluación llegara al mostrador.
Algunos en esa reunión le dijeron que no había chance de que aumentara el precio. Y lo que pasó en el mercado ganadero fue que mientras el precio de la carne se remarcó, el de la hacienda se redujo.
Así, el lunes posterior a las elecciones primarias la cotización del novillo pegó un salto y llegó a los 70 pesos como valor corriente; y el novillito a los 74 pesos, con precios incluso por encima cuando se comercializaron lotes de feedlots que rinden más. A los pocos días se produjo una importante caída y los valores se terminaron retrotrayéndose a los que había antes de las PASO. Mientras tanto el precio de la carne en el mostrador aumentó, algunos dicen 20/25%, pero en el contexto económico actual de alta inflación, poca demanda y crisis cambiaria y financiera, es complicado decir cómo sigue y dónde termina.
Hay sectores de la comercialización y de la producción que reclaman a la industria la mejora en los precios, tanto de lo que se compra para abastecer al consumo como de lo que va para la exportación. En efecto, la brecha con países vecinos como Uruguay es enorme. Allí el kilo de carne en gancho supera los U$S 4, mientras que aquí en el inicio de agosto cotizó en U$S 2,64; para caer a U$S 2,20 según el último registro del Ipcva.
Es cierto que allá el dressing es diferente, no tienen retenciones, y que en nuestro país la industria tiene la capacidad instalada a tope por la alta faena de hembras, especialmente vacas, por la alta demanda de China. Además la exportación tiene un peso mayor porque gran parte de la carne de novillo termina en los mercados mundiales.
La industria se agarra de esos argumentos para justificar esa diferencia de casi dos dólares por kilo en gancho, pero productores y consignatarios dicen que por lo menos debería estar pagando entre 60 y 80 centavos más y así el kilo debería estar arriba de los tres dólares. Y eso sin dudas incentivaría la producción de novillos y la recría.
El presidente de la Cámara Argentina de Feedlot, Juan Eiras, fue uno de los que se refirió a la cuestión. Según el empresario, se está operando en un mercado sobre abastecido de hacienda para las necesidades de una industria que pide vacas para exportar. Por eso cree que hay muchos novillos, y si bien el stock cayó en términos relativos, considera que hay una oferta importante de ese tipo de animales que ayuda a que los precios sean bajos. A eso se suma una demanda interna súper deprimida por la crisis económica y financiera local.
Eiras explicó que la baja en las cotizaciones del ganado se combinó con una fuerte suba de los costos sectoriales, debido básicamente a que la alimentación está ligada al dólar y que tras la suba de la cotización de 45/47 pesos a 60/62 hizo que los insumos se incrementaran de forma inmediata entre 20% y 25%; a lo que se suma la dificultad para comprar algunos de ellos debido a que por la incertidumbre muchos productores no quieren desprenderse del maíz. Y cuánta razón tienen.
Lo que está pasando entonces es una reducción de los niveles de encierre. Los feedlots están sacando hacienda gorda, pero no se repone, no hay capital de trabajo ni certezas respecto de a cuánto se va a vender la hacienda. Los engordadores dicen que con el dólar a $60 el costo promedio de un kilo de ternero no baja de $70, y el del kilo de novillo ronda los $80.
Por lo tanto se requiere de un precio de venta mayor para licuar los gastos comerciales, pero qué certezas hay de que eso suceda teniendo en cuenta lo que antes dijimos: baja demanda en el mostrador, una actitud comercial de la industria que tranquiliza los precios y una crisis económica y financiera que no se sabe dónde termina ni cuándo.
En ese contexto, ¿habrá siembra de pasturas para la recría el año que viene o la opción es volcarse a la agricultura? Si eso sucede habrá menos oferta de carne para el consumo en los próximos meses, por lo que algunos esperan subas en los valores en los meses del verano.
Esa crisis del engorde a corral es la que limita el aumento de los precios de la invernada. La suba desde julio fue de 10%, muy inferior a la devaluación y la suba de costos, pese a que estamos en el momento del año de menos oferta. Sin dudas una vez más el criador es el que paga los platos rotos, al que se le trasladan pérdidas e ineficiencias de la cadena y de la crisis económica.
FUENTE: El Diario de la República