El tiempo siempre opera en relación directa a la amplitud del coraje implícito en las soluciones propuestas, y su entropía da sustento al conocido teorema de Baglini, que postula como premisa que el grado de responsabilidad de las propuestas de un partido o dirigente político es siempre inversamente proporcional a su distancia del poder. Sustentados en esta premisa hoy consolidamos nuestras percepciones ya vertidas en opiniones previas, donde siempre se puso una cuota de duda, frente a la panacea imaginada a partir de decisiones políticas que definan una nueva grieta, esta vez, entre el presente y nuestro exitoso futuro.
Toda decisión requiere de presente, pero más necesita del ideario que el decisor se hace del futuro, y es por eso que hoy, siempre pensando en el después, ponemos el acento en el concepto de prudencia. Hoy ya cuesta más que ayer encontrar presidenciables con posibilidades ciertas de poder, que se atrevan a hablar de devaluar, o critiquen con tanto afán las dimensiones del gasto fiscal. Políticas, monetaria y Fiscal, cada vez se condicionan más, y se supeditan a la capacidad de administración tiempista y efectiva del poder que otorgue la legitimidad o aval popular.
Nos cansamos de hablar de la evolución de precios en bienes como los vientres, y solemos atribuirlo a las expectativas que despierta la ilusión de una sincera apertura comercial, así como la competitividad esperada producto de una corrección cambiaria, la eliminación de retenciones, y una menor interferencia estatal que a fuerza de burocracia y discrecionalidad fue atentando contra nuestra capacidad de comerciar. Ahora, las decisiones deben fundarse en escenarios de proyección cierta, y la racionalidad indicaría que pueden no ser inmediatamente tan favorables para el sector.
Si bien, es posible que se eliminen interferencias, entendemos al menos prudente no esperar correcciones cambiarias significativas, y que las retenciones sólo se retoquen en función a un orden de prioridades que claramente relegarían a la ganadería y la comercialización de ganados y carnes frente a economías regionales aún más comprometidas.
En un intento por diagnosticar el devenir de nuestro sector, resulta difícil soslayar entre sus características productivas la escasez de su oferta a la hora de abastecer demandas internas y externas. Asimismo, y aun con dichas dificultades, es posible describir una producción de carne cuya matriz comercial hoy reparte 92% para consumo interno, y tan solo 8% para el sector externo. Como se advierte, requerirá de mucha prudencia, profesionalismo y responsabilidad política, que las decisiones inherentes a incrementar exportaciones no condicionen el equilibrio entre producción, abastecimiento interno, poder adquisitivo y capital político.
Dicho esto último, con la convicción de que nos enfrentamos a un futuro mejor que el presente que transcurrimos, y aun abonando la teoría de una hacienda de invernada que se aprecia en mayor medida que el gordo para el segundo semestre, sugerimos prudencia a la hora de validar razonamientos netamente especulativos que sustenten y supediten su éxito en saltos extraordinarios de precios de cara a sus ventas el próximo año.
FUENTE: Decisión Ganadera