El cascoteo a las carnes del país
Donald Trump, el Presidente electo de Estados Unidos, no es el único que tiene grandes ideas para sentar de cola al ya deprimido comercio mundial. Barack Obama y la dirigencia de la Unión Europea despidieron 2016 con ganas de hacer tronar un rentable bolsón del mercado de carnes del Viejo Continente (la cuota hormonas)
Dicha cuota es un filón que en los últimos tiempos convocó exportaciones de Australia, Uruguay y, en menor medida, la Argentina (uno de los tantos daños auto-infligidos de su política comercial).
El hecho es que, a fines del mes pasado, Washington dio a conocer su voluntad de no renovar el Entendimiento bilateral sobre el comercio de carnes sin hormonas suscripto en 2009 con Bruselas.
Ese texto había sustituido con nuevas oportunidades de exportación las restricciones que hasta 2009 Estados Unidos le aplicaba a la UE por el incumplimiento del fallo de la OMC que declaró ilegal, y sin fundamento científico, la antigua prohibición europea de importar carnes con hormonas promotoras del crecimiento. Esa prohibición comunitaria fue adoptada a mediados de los 80 y su dirigencia se obstinó en preservarla a sangre y fuego.
Entre nosotros, el licenciado Miguel Gorelik publicó días atrás una nota sobre el tema en el número 123 de Valor Carne. Su informe está alineado con diversos comentarios y trascendidos que circularon en el Viejo Continente y en influyentes publicaciones de Washington.
Si la historia sigue ese curso, es posible que resulten minadas las bases del comercio amparado por la Resolución 481 y otras decisiones complementarias de la UE, mediante las que fueron abiertas dos cuotas de importación de carnes sin hormonas por un total de 48.000 toneladas anuales (45.000 negociadas con Washington y 3000 con Canadá).
A pesar de que esa cuota global fue administrada bajo las reglas de Nación más Favorecida de la OMC, y que el Entendimiento se notificó en tiempo y forma a su Órgano de Solución de Diferencias, las partes decidieron no hacerla vinculante en dicho foro multilateral. Todo ello consta en un trabajo profesional que elaboré a fines del 2013, donde se explicaba en detalle el alcance del aludido enfoque.
Hoy los productores y el gobierno alegan que el negocio que se armó con Europa para compensar los intereses afectados de Estados Unidos, fue copado por las exportaciones de Australia, Uruguay y la Argentina (en el 2015, un año algo excepcional, esas tres naciones se quedaron con alrededor de dos tercios de la cuota total de importación creada por la UE; sin embargo, por la falta de carne exportable que generó la política oficial de la época, Argentina sólo absorbió unas 2.000 toneladas, algo lógico para un proveedor global que en los últimos años apenas consiguió aprovechar parcialmente, por la antedicha razón, su propia y muy rentable cuota-país de 30.200 toneladas con ese mercado).
A la industria norteamericana nunca le resultó fácil armar lotes competitivos de carne sin hormonas, lo que explica el decepcionante resultado del negocio que ahora propone dinamitar.
Sería bueno entender a qué fin útil responde la noción de vivir de espaldas a la realidad.
FUENTE: Jorge Riaboi - El Cronista