De distribución barrial a frigorífico exportador
Una empresa familiar que en menos de dos décadas se posicionó entre las primeras en ventas al exterior, fue premiada por La Nación. “Atravesamos todas las crisis de los últimos años apostando al negocio y hoy embarcamos el 60% a los mercados internacionales”, afirmó Carlos Riusech de Gorina.
“Comenzamos lentamente en el negocio de la carne, fuimos de menor a mayor. Mi abuelo fue carnicero en Palmas de Mallorca, España. Mi padre siguió con el oficio en Buenos Aires, lo complementó con la faena de animales y abrió una cadena de pequeñas carnicerías barriales.
Con mi hermano, Roberto, decidimos buscar más masa crítica, ampliamos la distribución y hacíamos materia prima para industrias. En 1996, logramos una participación minoritaria en Gorina y esto se coronó en 1999 con la compra del paquete accionario mayoritario.
Así, nuestra familia empezó gerenciar la planta”, dijo a Valor Carne el Cdor. Carlos Riusech, CEO del Frigorífico Gorina, que fue recientemente galardonado como “Mejor empresa familiar exportadora” por el diario La Nación, entre 250 firmas de diferentes categorías.
El primer desafío fue modernizar la industria que había sido construida en los ’60 por empresarios locales. “Ya no existían las antiguas fábricas integradas de los ingleses. La mayoría de los frigoríficos tenía una función decreciente, como si fuera un embudo. Faenaban un determinado volumen pero podían despostar una proporción menor y congelar y almacenar aún menos. Entonces, cuando incorporábamos un buen negocio de exportación teníamos que dejar otro. Había que sustituir actividades “, recordó.
Desde un comienzo, los Riusech se abocaron a transformar la infraestructura para lograr un flujo continuo de operaciones. “Primero invertimos en frío, construyendo túneles de congelado. Luego, hicimos la nueva despostada, que procesa alrededor de 4.500 cuartos diarios. Entonces, le tocó el turno a la faena, duplicamos la capacidad a 1.300 cabezas diarias. La idea era estar bien posicionados en el sector”, contó Riusech, aludiendo a que en el país hay solo tres plantas que faenan por encima de las 1.000 cabezas diarias. “Se homogeneizaron las instalaciones de modo de faenar, despostar y congelar toda nuestra producción. Así, podemos aprovechar mejor las oportunidades”, remarcó.
Al principio, la actividad estaba orientada al abastecimiento interno y se embarcaba muy poco al exterior, básicamente a la Unión Europea y algo a Chile y Rusia. “Ahora, estamos habilitados para todos los mercados a los que puede acceder la Argentina y el 60% se exporta”, indicó el industrial. También avanzaron en la integración con el consumo e incluso tienen algunos clientes estratégicos. “Somos los primeros abastecedores de materia prima para McDonald’s, les proveemos piezas del delantero y recortes”, afirmó.
¿La hacienda? “Nuestra planta está ubicada en La Plata y compramos en toda la Pampa húmeda. Desde que los novillos pesados empezaron a escasear, las vacas representan la mitad de la faena de exportación”, especificó. ¿Fidelización del productor? “Estamos manejando algo que en definitiva es un commodity. Por lo tanto, nuestro diferencial es el servicio: atención personalizada y pago a siete días, un beneficio financiero muy apreciado”, subrayó el industrial. Y detalló: “hoy, el productor puede ver por Internet su romaneo, la liquidación y los comprobantes impositivos. Aún así seguimos con el trato persona a persona, con lo cual podemos darle una devolución sobre la hacienda que nos despachan”.
¿Cómo lograron el éxito en un escenario tan turbulento? “En los últimos tiempos se puso en marcha un paquete de medidas contra la informalidad, algo indispensable para la competitividad del sector. Pero, en los casi 20 años que estamos en la industria, mientras aprendíamos a gestionar la exportación, atravesamos crisis sanitarias, financieras y restricciones para el comercio exterior. Fue un gran desafío, nos ayudó la convicción familiar de que no íbamos a salirnos del negocio, sabíamos que era lo nuestro”, planteó.
Para Riusech, una cuestión que jugó a favor para enfrentar el cierre de mercados por la aftosa en marzo de 2001, a dos años de la compra de la planta, fue una composición de mercados diferente a la actual. “En cierta forma fuimos afortunados porque la crisis nos agarró en un momento de transición. Teníamos gran experiencia en el consumo y ya vendíamos cuartos a exportadores, pero no éramos tan fuertes en hacerlo en forma directa. Eso nos permitió rediccionarnos rápidamente al abasto interno hasta febrero de 2002, cuando terminó la veda. A partir de entonces, el crecimiento exportador fue continuo hasta nuestros días”, aseguró.
En cuanto a las políticas públicas que limitaban los embarques, el directivo volvió a remarcar la importancia de la diversificación de destinos, en un país con un consumo fuerte como la Argentina.
“Siempre tratamos de operar dentro de límites muy altos en materia de ocupación fabril, trabajamos al 90 % de nuestra capacidad instalada. Esta performance hizo posible sortear los años malos e incluso prepararnos para los ciclos buenos”, explicó. Y reveló: “las inversiones las hicimos en forma anticíclica. Empezamos a diagramar la despostada en el peor momento, unos seis años atrás”.
En ese sentido, Riusech sostuvo que el año más difícil para la empresa fue el 2011, cuando se juntaron una serie de desafíos. “Ya veníamos con las restricciones a la exportación y se acentuó la sojización. En 2008, nos tocó la crisis financiera mundial, aunque el mayor golpe fue para las empresas que tenían el foco puesto en Rusia. Era el primer importador mundial y hubo incumplimiento de compromisos. Nosotros sufrimos alguna consecuencia, pero como teníamos una amplia cartera de clientes, el golpe no fue tan severo”, recordó. La carrera de obstáculos no terminó ahí. En 2009, la ganadería fue impactada por una sequía histórica, faltó gran cantidad de terneros y después no había suficiente oferta de novillos. “El gordo aumentó más del 100% entre enero y octubre de 2010. Como trabajamos con plazos de pago muy cortos, si bien no perdíamos plata, se nos licuó el capital de trabajo”, pormenorizó.
Riusech piensa que el espíritu emprendedor fue lo que los ayudó a superar el escenario desafiante de los últimos años. “Siempre le pusimos mucho ahínco y le vimos gran futuro a la ganadería. Tenemos un equipo de gente que nos acompaña desde el primer momento y hoy damos trabajo a 800 personas. En los últimos tiempos se sumaron mis hijos, contadores públicos. Carlos tiene una maestría en finanzas y eligió ocuparse de la empresa. Mariela estuvo dos años en un estudio contable y luego también optó por el frigorífico. No hay un mandato familiar, nos ocupamos de la industria de la carne por vocación, con lo cual tiene más valor. Cuando uno hace lo que le gusta, lo que siente, obtiene mejores resultados. Creo que esto también es parte del éxito”, concluyó
FUENTE: Valor Carne