Carne natural
Columna de opinión de Lautaro Perez Rocha
INAC comenzó entre 2001 y 2003 los primeros protocolos y en 2004 lanzó el Programa de Carne Natural Certificada de Uruguay (PCNCU), siendo reconocido por el USDA. Sin embargo, luego de un prolongado esfuerzo, no tuvo éxito comercial. ¿Por qué no anduvo el programa? ¿Fue un problema de demanda, de la oferta, de la certificación, de liderazgo? ¿Qué lecciones se aprendieron?
La dirección conceptual fue acertada. Al inicio mirando Europa y pronto descubrimos que el valor de lo natural, concepto que integraba atributos como la crianza sin hormonas y sin antibióticos, sobre pasturas y a cielo abierto, carecía de valor para esos consumidores ni tampoco teníamos diferencias frente a los otros países proveedores de Sudamérica.
Cambiamos para Estados Unidos, que era y sigue siendo el principal país productor (18%), consumidor (19%), importador (15%) y cuarto exportador (11%) global. Y en carne natural y en carne orgánica, el mercado de mayor tamaño y crecimiento.
Los sistemas predominantes en Estados Unidos incorporaron, ya hacia 1950, el uso de hormonas y antibióticos en las raciones. Las hormonas promotoras del crecimiento buscan aumentar la eficiencia de los alimentos y la masa muscular magra. Hay seis aprobadas para el ganado. Por otro lado, existen 25 antibióticos autorizados para uso subterapéutico para prevenir infecciones y mejorar el crecimiento. Los estudios indican que el uso de ese paquete tecnológico, combinado de hormonas y antibióticos, y que permiten faenar animales de 400 kilogramos de peso carcasa, reducen los costos en más de US$ 100 por cabeza. En otras palabras, su extirpación sería extraordinariamente costosa, perforaría el sistema de producción americano.
Pero el problema es que la demanda va en esa dirección, en particular con el uso de antibióticos. A fines de 2014, la participación de las ventas de carne natural y orgánica en los Estados Unidos era de 6% sobre el valor total de ventas de carne, contra apenas 1% una década atrás. Mercado de nicho, pero en agresiva expansión.
Las preocupaciones e intenciones de los consumidores son claras, empezando por las grandes compañías de supermercados y servicios de comidas, y continuando por la misma Casa Blanca, que ha puesto todas sus lupas sobre el uso de antibióticos en la cría animal.
En mi opinión, la dirección fue acertada pero no la ejecución. La demanda de esta carne crecía en Estados Unidos, este país no podía cambiar su sistema de producción, y éramos los únicos exportadores desde Sudamérica. Teníamos algo diferente y a bajo costo. Pero hubo desaciertos. Uno de ellos fue creer que la certificación era la solución. Hay que entender que existen estándares públicos y privados, voluntarios y obligatorios. Y en el mundo de hoy los protocolos más importantes son los públicos en los países compradores (como el de carne orgánica del USDA) y los privados voluntarios (como el de cualquier cadena de restaurantes o supermercados). Hacer un protocolo como el PCNCU es costoso de producir, de mantener y de comunicar. Requiere desembolsos de porte y luego se genera el problema de quién invierte.
Es más rentable generar condiciones y facilitar el camino a los estándares privados que impulsan la demanda y los compradores. Ellos saben mejor que nadie qué quieren los consumidores, tienen capacidad de tomar riesgos, invertir y promocionar en serio.
Creo igualmente que casos como el PCNCU dejaron valiosos aportes. De todos modos, debemos aprender a evaluar y medir los resultados (sugerencia al INAC), pasar raya y medir los costos, la eficacia y eficiencia de las acciones. ¿Qué aprendemos y rescatamos para el futuro?
FUENTE: El Observador