Ansiedad porque se concrete el “boom ganadero”
Después de tanto tiempo de desaciertos en las políticas ganaderas que dilapidaron el ánimo de los productores y consecuentemente la inversión en esta actividad, el contexto actual que intenta ser favorable para la cadena de la que somos parte, invita a entusiasmarse y a jugarse unas fichas por el crecimiento.
Ahora, no todos los operadores ven las cosas de este modo, ni se plantean el mismo horizonte temporal para medir su desempeño, destacándose así una caprichosa distinción entre “pesimistas” y “optimistas”, aunque en realidad no corresponda.
Las condiciones actuales de la ganadería bovina (y las del país en general) hacen que se viva este momento con buenas expectativas pero sin demasiada euforia, posiblemente porque el golpe de los últimos 10 años fue muy duro.
Cuando en el año 2005 los ganaderos creíamos que finalmente había llegado nuestro momento, que estaba todo servido para dar el salto de calidad, y avanzar en la necesaria transformación que nos convirtiera en una cadena que realmente genere valor, desacertadas decisiones administrativas, así como exorbitantes rentas ofrecidas por actividades alternativas como la soja, finalmente hicieron que nuestro deseo quedara postergado.
En aquel momento se observaba un inusual alineamiento en el pensamiento de los actores de la cadena. Todos en mayor o menor medida creían que había empezado un proceso irreversible que tenía como driver principal la apertura a un mundo demandante de carne de calidad, y posiblemente, por eso llegaron las inversiones de los gigantes mundiales de la industria de la carne a nuestro país como pocas veces se vio.
Conjugábamos un aceptable precio interno (para esa época) con una atractiva diferencia para los productos exportables, y una faena acorde a estos dos objetivos con crecimiento del stock incluido. Un panorama ideal, que de haberse consolidado hubiera permitido un crecimiento del sector en armonía con el contexto, y que sostenido en el tiempo, nos hubiera posicionado en un lugar muy diferente al de la nuestra actualidad.
A diferencia de lo descripto en el párrafo anterior, ahora comenzamos un nuevo período de buenas expectativas, pero con la necesidad de pagar la cuenta de una fiesta a la que no fuimos invitados.
Hoy tenemos un consumo interno con una alta tensión sobre los precios, que solo podrá palearse con más producción. Más producción que paradójicamente necesita de su fase de contracción, determinante para el crecimiento del stock tanto en tamaño como en productividad.
Ambos objetivos necesitan de un importante nivel de inversión (toda la que no se hizo en estos 10 años, más lo que se perdió de capital por liquidación de stock). Esta tensión entre la demanda y la oferta restringen en gran medida el driver que genera la exportación, ya que los altos precios del mercado interno dejan un saldo exportable restringido a negocios de muy alto valor pero de bajo volumen. En otros términos, hoy el sector exportador no está en condiciones de generar un shock de expectativas. Por esto último, la relevancia del título de la nota, que recién encuentra sentido al ser rigurosos desde la semántica.
A nuestro entender, la comparación entre la coyuntura recientemente expuesta y la situación que imperaba en el 2005, hacen realmente difícil percibir para la actualidad un “boom / shock de expectativas”, o cualquier otra definición que le de sustento a un crecimiento arrollador en el corto plazo.
Esto no debe entenderse como una crítica a la gestión pública / privada, ni que el sector carezca de futuro con crecimiento sostenido, sino que el mismo va a ser más gradual y extendido que el que nuestra propia ansiedad demanda.
Asimismo, a lo ya dicho debemos adicionarle los problemas estructurales que tenemos como cadena que datan de un tiempo incluso anterior a la última década, así como los propios sinsabores ocasionados en la coyuntura por el inicio, desde lo social, de una nueva puja distributiva que no será sencillo atravesar.
Más allá de todo lo anterior, lo importante es, que independientemente del horizonte temporal planteado para medir los resultados esperados, estamos ante un momento de crecimiento del sector probablemente sostenible en el tiempo, siempre y cuando el contexto político económico y social se mantenga medianamente encuadrado.
No se advierten, al menos en el corto y mediano plazo, saltos exagerados en los indicadores ganaderos, y este último se funda tanto en la existencia implícita de un ciclo biológico inherente al negocio, como por la gran inversión que se necesita para poder alcanzar el piso contextual del que se cayó el sector desde el 2005.
No obstante la situación da para entusiasmarse y para seguir a paso firme sentando la bases para alcanzar el objetivo que todos deseamos, una cadena profesional, ordenada, que genere valor y se convierta en referente y proveedor del mercado global.
FUENTE: Decisión Ganadera