Ganadería con luz amarilla
Uno de los temas más meneados en las redes sociales en los últimos días fue el estrechamiento de la relación de precios entre el novillo y el maíz.
Hoy el kilo vivo de un animal terminado equivale a 11 kg de maíz, un nivel que hace años no se alcanzaba. Entre el 2012 y el 2015 la relación se mantuvo entre los 12 y los 15 kg, generando un margen relativamente holgado para la operación de engorde a corral, indudablemente el cambio tecnológico y organizacional más importante desde los tiempos de la conquista territorial de las pampas.
La nueva realidad fue consecuencia del sinceramiento de las grandes variables económicas, a partir del ciclo político iniciado en diciembre de 2015. La inmediata apertura comercial –tras los años de restricciones--, la unificación cambiaria y la eliminación de los derechos de exportación, llevaron a equiparar el precio interno con el internacional.
Lo mismo sucedió con el trigo, lo que renovó el interés por el cultivo de cereales. Esto generó una expectativa muy favorable para equilibrar la canasta de productos, muy sesgada hacia la soja.
Pero todas las producciones “maíz dependientes” sufrieron el stress del encarecimiento de su principal insumo. El tambo y la cría de cerdos fueron los que levantaron más decibeles, cada uno con sus propios agravantes. En el caso de la lechería, por la caída del precio internacional de la leche en polvo y la previa acumulación de excedentes. A lo que se sumó el drama de las inundaciones y anegamientos. En los cerdos, por el ingreso de pequeñas cantidades de producto brasileño o danés.
El feedlot también se las vio feas. Además del encarecimiento del alimento, se topó con el “problema” del alto valor del ternero de reposición. La principal consecuencia del desastre K fue la caída del stock de vientres, y la consecuente escasez relativa. La esperanza estaba puesta en que a la hora de llegar con el novillo gordo, los precios se ajustaran.
Lo que pocos advertían era que el kg vivo de animal terminado estaba, en la Argentina, un 20% por encima del novillo Mercosur. En consecuencia, la industria frigorífica exportadora no podía competir.
Acosada además por el “costo argentino” (doble estándar sanitario, costo laboral y atraso cambiario), era inevitable un sinceramiento ni bien se acomodara un poco la oferta de gordo. Tanto del terminado a corral, como el de la invernada a pasto. Así, la mayoría, que compró terneros a 30-32 pesos un año atrás, se encuentra ahora con el gordo en 27-29 pesos. La brecha siempre existió, pero el precio artificioso del maíz permitía compensarla en buena medida. Eso se terminó.
Ahora, de nuevo, se afronta un momento delicado. El meridiano pasa por la cuota 481 (para carne de feedlot), asignada por la Unión Europea a los EEUU para arreglar el desaguisado de la prohibición de importar carne de ese origen, por la utilización de promotores de crecimiento.
La cuestión es que sólo un 30% de esa cuota fue aprovechada por los norteamericanos. El otro 70% se repartió entre Uruguay (más de la mitad), Brasil, Canadá y Argentina.
Entonces, en USA amenazan con patear el tablero, con lo que se corre el riesgo de que se caiga la cuota. Con el maíz en precio internacional y el ternero a 2,3 dólares, no es un buen momento para que flaquee la demanda de carne…
FUENTE: Clarín