En condiciones normales, la producción agropecuaria nacional es una de las más competitivas del mundo. En ese escenario, la agricultura y ganadería son capaces de desarrollarse y de crecer de manera autónoma, sin que una se beneficie a expensas del mal momento de la otra. Pero en la Argentina hace varios años que sucede todo lo contrario.
Desde su implementación, las retenciones agrícolas generaron un subsidio encubierto hacia la producción de carne, que en los últimos años se ha agravado por la intervención comercial que el Gobierno ejerce sobre el cereal.
En definitiva: hoy producir novillos gordos para la faena se ha convertido en una actividad barata, pero a costa del perjuicio que padece el maíz, insumo clave en la alimentación de la invernada.
Esta “ventaja” que hoy tiene la invernada, y que a lo largo de la última década se presentó en varias oportunidades, no se traduce en un resurgir de la ganadería. Negocios tradicionales que tenía la carne vacuna argentina a nivel mundial se están perdiendo. Y ya se han convertido en un clásico.
Por octavo año consecutivo, Argentina volverá a incumplir la cuota Hilton, integrada por los cortes de los novillos pesados de mayor valor. Hasta el 30 de abril habían ingresado a Europa 19.700 toneladas, del cupo total de 30 mil toneladas y que había que cumplir hasta el 30 de junio. Desde el Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (IPCVA) dan por hecho que no se va a poder cumplir con la totalidad de la asignación 2014/15. “Rondaremos un nivel de ejecución levemente superior al 80 por ciento, alrededor de unas 25 mil toneladas”, sostuvo Miguel Jairala, analista económico del instituto de promoción.
La cuota 481, otorgada recientemente también por la Unión Europea a los novillos argentinos producidos en feedlots , tampoco termina de arrancar.
Sin que aún logre seducir al invernador tradicional, el negocio (y el potencial riesgo) es por ahora propiedad exclusiva de los frigoríficos, que compran el novillo/novillito recriado y lo ponen en los corrales con el régimen de hotelería. Hoy todavía el volumen de la 481 es muy chico y no tiene incidencia sobre el mercado de invernada, en el que la demanda de terneros sigue dominada por los feedlots que abastecen a la demanda doméstica.
Apoyado sólo sobre sus espaldas, los frigoríficos exportadores esperan alguna señal de alivio por parte del próximo Gobierno. No dudan en afirmar que sin una baja en las retenciones a la carne o una mejora del tipo de cambio efectivo, la actividad exportadora no se va a recuperar. Pero también habrá que implementar una transformación en el modelo de productivo, para que el grueso de la oferta sean animales de más de 400 kilos de peso vivo. Esa es la materia prima básica.
De esa forma, la invernada se convertiría en estratégica y dejaría de ser sólo una oportunidad.
FUENTE: La Voz del Interior