2019: Un año de oportunidades y definiciones para la carne argentina
Los analistas del sector coinciden en el crecimiento de la mano de las exportaciones. Además, desde el sector privado, aseguran que no todo es mercado y reclaman políticas activas
¿Los desafíos? Trabajar en una nueva trazabilidad, reagrupar los estándares sanitarios, aumentar el peso promedio de faena mediante incentivos y comenzar el camino hacia la distribución por cortes. También solicitan financiamiento acorde a la producción.
El 2019 seguramente será un momento de definiciones para la producción de carne vacuna y la ganadería del país, y no podemos darnos el lujo nuevamente de desperdiciar las buenas perspectivas, tanto internas como externas.
En el panorama internacional, como ya se dijo, crecimos 77% en exportaciones en el último año. Es cierto que los precios internacionales no son los mejores en este momento, pero el mundo sigue aumentando la demanda de carne. China tracciona cada vez más, crecen Rusia, Chile e Israel, cumplimos con la Cuota Hilton, pusimos “un pie” en Japón y logramos la reapertura de Estados Unidos.
Además, seguimos trabajando fuerte en la ampliación de mercados, como Japón para todo el territorio nacional, Corea del Sur –otro mercado de alto valor- y México. Esto sin contar las acciones que se llevan a cabo en mercados más pequeños pero estratégicos, como Emiratos Árabes, Canadá u otros países del sudeste asiático, como Vietnam o Filipinas.
El mercado interno, por su parte, sigue siendo el motor principal de nuestro negocio, con consumidores que, pese a la crisis económica, demandan nuestro producto y sostienen gran parte de la cadena productiva en todo el país, con una cultura carnívora que nos prestigia y nos enorgullece.
Sin embargo, no todo es mercado. La cadena también enfrenta problemas y desafíos que requieren de políticas adecuadas para que los distintos eslabones puedan crecer en producción y productividad, propiciando la recomposición del stock y la materia prima más apreciada: el famoso novillo argentino.
Hilando grueso, entre otros temas, la ganadería argentina necesita una nueva trazabilidad, el reagrupamiento de los estándares sanitarios y, paulatinamente, ir hacia la distribución por cortes, que no solamente favorecerá a la cadena sino también a los consumidores.
Por otra parte, tenemos una necesidad imperativa de aumentar el peso promedio de faena, no por la vía de la prohibición- que nunca funcionó- sino mediante incentivos impositivos y apoyo financiero a las capas medias agrarias. Este aspecto es central para que, por ejemplo, los productores pequeños y medianos puedan renovar las pasturas y realizar una recría a campo, una de las herramientas que permitirán lograr en el mediano plazo una mayor cantidad de los novillos pesados que requiere la industria.
Claro que, para la implementación de estas políticas, las entidades del campo tendrán que realizar un gran esfuerzo para explicar y convencer a las autoridades de estos beneficios, que se ven muy bien en los potreros del país, pero difícilmente se visualizan detrás de un escritorio en Buenos Aires. Porque la matemática es una ciencia exacta, pero la economía es una ciencia social, e invertir en beneficios impositivos y financieros para la ganadería y la producción de carne redunda en arraigo, pertenencia, cultura del trabajo y movilidad social a lo largo y ancho del país.
Esa gran maquinaria puesta en marcha garantiza además el aumento de la productividad y de la producción, las exportaciones y el ingreso de divisas al país. Porque, como venimos diciendo, la producción de carne es una de las pocas actividades que puede darle buenas noticias al país rápidamente. No debemos dejar pasar esta gran oportunidad.
FUENTE: Clarín